jueves, 26 de enero de 2017

80 - HASTA QUE ARDAN LOS POLOS, de Pilar Tuero

Maldito egoísta; con el frío que hace y cada vez que enciendo la calefacción va por detrás y la apaga. Y mira que sabe que soy friolera, agarrado del demonio, que manía con querer ser el más rico del cementerio. Aunque pensándolo bien con todo lo que ahorramos, si algo pasara, ese dinero sería mío y pondría la calefacción hasta que se derrieta el hielo de los polos.
Portia se dirigió a la sección de coches del centro comercial y compró un frasco de anti coagulante, nada extraño siendo invierno y con unas temperaturas tan bajas. Sólo había una pequeña pega; habían vendido el coche hacía seis meses porque había subido la gasolina.
Se sorprendió pensando en Antonio y la manera tan especial que tenía de mirarla.
Seguro que él si mantendría el hogar a la temperatura apropiada.

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