martes, 24 de enero de 2017

72 - KROMBORG, UN CASTILLO LITERARIO, de Antonio Villalba

El castillo, de nombre altisonante, estaba al norte de Copenhague. A pesar del frío me dirigí hacia allí con una bicicleta alquilada. Cuando pinché, caí sobre el duro asfalto y pensé que era hora de renunciar. El Ferrari rojo que me recogió era conducido por un apuesto joven que, casualidades del destino, se dirigía a Kronborg. En el trayecto me contó que en esa fortaleza, Shakespeare imaginó su Hamlet. Me dejó en la entrada, y se despidió con un apretón de manos y una sonrisa. Al alejarse creí ver bajo su abrigo una calavera. En el interior, fantaseé con el príncipe danés y con el amor a Ofelia, entonces me percaté de que sus rasgos eran muy parecidos al de mi guapo chófer accidental.
Al bajar a las casamatas, en el subterráneo del castillo, me dio un vuelco el corazón, allí estaba la estatua de Holger, con los brazos cruzados sobre su espada y con el mismo rostro que Hamlet y que el conductor del Ferrari. Un espejismo difícil de explicar apareció ante mí y un remolino de emociones me embargó hasta perder el sentido. Al despertar me encontré al borde de la carretera, tendida sobre la bicicleta averiada.

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