Es media mañana. Un grupo de policías esgrimen porras frente a la puerta de Elías. Esgrimen la injusticia estampada en un papel. Entrarán por la fuerza, como un gusano negro devorador de vida. Es Elías escudo de carne trémula, esgrimiendo la palabra, el ruego y… No le queda otra que ser héroe por amor. Al final del pasillo… El feudo viene a deshojarle el techo. Igual hicieron hace meses con su empleo. El estigma de la época mordiendo a diestro y siniestro. A quienes nada saben de leyes mutantes.
-Hace mucho frío en la calle. Se lo ruego…
-Es una orden.
-Unos días más, por favor.
-Es una orden.
-Las niñas lloran… mi mujer…
-Apártese. Es una orden.
-El delito está en otra parte ¿Acaso no lo saben?
-¡Es una orden! ¡Apártese!
-Sobre sus cabezas penden varios cubos, todos contienen productos tóxicos ¿Desean comprobarlo? Un paso más y… Elías no se libró de la injusticia, pero su familia pasó una noche más al resguardo del frío. Los cubos no contenían nada, solo agua. La imaginación contra la fuerza bruta y ciega del feudo. La desesperación ante un duelo descompensado.
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