viernes, 22 de diciembre de 2017

17. FLORSANTA, de Jose Luis Baños

Y es que, ahora sí, la había perdido para siempre. Durante el duelo, su joven y hermoso cuerpo, envuelto en un inmaculado sudario, exhalaba un extraño olor, quizá a santidad, y hasta los débiles rayos del sol mañanero, que penetraban tímidamente entre los cárdenos cortinajes de la estancia monacal, parecían querer acariciar su rostro macilento, virginal. Dios tuvo a bien apartarla de mi lado para quedarse con ella; posiblemente como castigo por mis muchos pecados, empezando por mi vil empecinamiento en hacerla mía, en poseerla; cuando yo sabía a todas luces que ella siempre le pertenecería a Él. Miré a los pocos familiares que me acompañaban y que en esos momentos principiaban un llanto sentido, callado; y volvió a invadirme el mismo miedo, el temor de no volver a verla nunca más. No tardarían en llevarse el cuerpo sin vida de Florsanta, mi prima novicia, camino del camposanto; donde descansaría en el túmulo familiar hasta que el director de la obra de teatro, ferviente admirador de Stephen King, mandase desenterrarla de nuevo para la próxima representación.

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