lunes, 18 de diciembre de 2017

09. DOS ONZAS DE PLOMO PARA UN FORASTERO, de Hermes Prous

Nunca le des la mano a un pistolero zurdo. Es lo último que debió pensar Jim Mcguilty mientras se desangraba en el polvoriento suelo de Abilene. La Colt Navy de su adversario había acertado más de una vez. En esta ocasión, las cartas no estaban de su lado, una mala mano, así era el póquer de la vida. Si apuestas fuerte puedes perderlo todo.
Todo había sido muy rápido, demasiado quizá. Apearse del tren entre la multitud de reses Hereford que van rumbo al Este a convertirse en bistec. Abrir las puertas de doble batiente del Saloon, pedir un whisky al camarero… Pero alguien preguntó por quien era ese forastero. poco después, el plomo le estaba arrebatando el alma bajo el sol abrasador de Abilene. Lo último que sus ojos vieron, no fueron las verdes praderas de Carolina de su infancia ni sus campos de algodón, sino una placa de la agencia Pinkerton. Al final, habían podido con él, aunque nunca se lo dejó fácil.
En esta ocasión, no habría opción de huir a México o ir más al Oeste. Para Mcguilty, su futuro inmediato le reportaría una caja de pino a dos metros bajo tierra.

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