- ¡Ese elegante señor que viste jubón acuchillado se me parece a Shakespeare! -, dijo aquel caballero alto y flaco, con armadura abollada, lanza y escudo, mientras daba cuenta de sus ya mermadas reservas de los “duelos y quebrantos” traídos desde sus amarillentos Campos de Castilla.
- ¡Mire mi Señor, que a estas verdes y húmedas tierras hemos venido a armarle Caballero Andante, y a quién vuestra merced ve sólo en sus andares se le parece! -
- ¡Calla y come, amigo Sancho! ¿Desde cuándo un escudero desdice a su amo, de lo que bien le dicen sus experimentados ojos? -
Y en esas andaban empinando la bota de vino de tempranillo de Consuegra, cuando por delante de sus figuras acertó a pasar una moza cortesana, de buen vestir y mejor parecer, llamada a la sazón Lady Dulcinea. Pero nuestros ilustres personajes, solo sintieron el frio fugaz de su sombra, y la brisa perfumada que dejaba atrás el baile que a su falda profería el elegante contoneo de su cintura.
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