Emocionado, me coloco la camiseta con el dorsal y salgo a la cancha. No puedo evitar que los recuerdos afloren…
Dos años antes, yo era un muchacho indisciplinado, arrogante y narcisista, que me iba a comer el mundo. Hasta la fatídica noche, en aquella discoteca de las afueras, donde desafié a beber a un compañero de instituto. Era el más popular entre las chicas. Siempre se me adelantaba y me privaba de mis ansiadas conquistas. Después de tantas enganchadas en los pasillos, tantos empujones e insultos, aceptó el duelo que le propuse. Pretendía terminar con aquella confrontación. Mi vanidad y mi orgullo estaban en juego.
Bebimos hasta quedar inconscientes. Nunca supimos quién fue el vencedor. Ninguno estaba en condiciones de hacer recuento de chupitos al despertar.
Recobré la consciencia dos días más tarde, sin sensibilidad de cintura para abajo. Ni siquiera recordaba el tremendo golpe que provocó el aplastamiento de mi tercera vértebra lumbar.
En el Hospital de Parapléjicos perfeccioné la práctica del Deporte Adaptado. Ahora, tan solo espero haber encontrado el modo de acabar con ese otro duelo que me habita desde entonces; el mismo que me mantiene esposado de por vida a esta silla de ruedas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.