Eloísa deshojaba una flor debajo del almendro. Su amiga Soledad le había avisado del inminente duelo que iba a tener lugar en el parque entre Abelardo y Fermín, los dos galanes que la cortejaban. Los había escuchado discutir en la cafetería del Club Social, haciendo una proeza auditiva entre tanto ruido de conversaciones.
«A las tres, junto a la zona de recreo. Nos veremos las caras». « ¡Qué gane el mejor!».
Soledad no dudó ni un momento. Aquel lance era motivado por la rivalidad que ambos mantenían desde hacía tiempo por conseguir el amor de Eloísa. Esta disfrutaba prolongando la incertidumbre de su definitiva elección.
Henchida de gozo al conocer el desafío que iba a tener lugar, decidió colocarse sus mejores galas y acudir al lugar señalado con cara de preocupación, intentando conciliar a los dos candidatos.
Caminaba presurosa, meditando cada una de sus palabras para conseguir prolongar en los dos pretendientes ese estado de excitación que tanto la complacía.
Al aproximarse, observó a ambos sentados frente a una mesa, enfrascados en lo que parecía una jugada crucial de ajedrez.
«Tablas» dijeron sonrientes, estrechándose en un fuerte abrazo.
Eloísa comprendió que otra forma de duelo acababa de comenzar.
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