Se quebrantó el honor de la hermosa muchacha, versada y cuidada por su progenitor día tras día, semana tras semana, año tras año.
Entre aquellas paredes los llantos se mezclaron con los gritos y la pasión se apoderó de la situación cuando se oyeron las palabras que enmudecieron las bocas de los allí presentes.
-!Duelo al amanecer¡.- Chilló el padre, mientras la mirada del joven se perdía en la de su amada.
Está se tiró a los pies de su allegado clamando al viento.- Pero, si no he sido vejada.- De nada sirvieron los lamentos, los ruegos, las excusas.
Tres días después, cuando el sol todavía no había mostrado su rostro al mundo, un cuerpo inerte yacía sobre la hierba de la colina; a su lado un viejo, que se creía sabio, contemplaba con amargor las primeras luces del día.
La sangre impregnó la impoluta camisa blanca del extinto y las margaritas se tiñeron de rojo pasión.
Ese fue el principio que marcó un nuevo final...
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