En una esquina, noche de Luna roja, se cruzaron, el destino lo quiso, dos hombres para sellar su futuro.
Uno, Antoñito “El Camborio”, gitano del Barrio del Cristo. Otro, Emilio "El Fusca", payo del Cabañal.
El payo robó mujer al gitano, la montó en el “jaco”, prostituyéndola en el “Barrio Chino".
Una tarde tropezó con ella “El Camborio”, vio su amor, destrozada por tanto “caballo”, envejecida, tan “puesta”, que ni lo conoció. La subió en un taxi, a la fuerza, la llevo con madre, jurando dar hierro al payo.
Esa noche se encontraron, el destino lo urdió. Se miraron al doblar la esquina, odio ancestral del gitano, momento “chungo”, pensó el payo. Sacó “fusca” el payo y disparó, plomo caliente sintió el gitano que se acercó oliendo la muerte, más plomo cobró, pero sacó navaja y le rebanó el gaznate. Otro plomo tocó al gitano. El payo se desplomó tan muerto como el gitano, al que abrazándolo, arrastró consigo.
Mucho se habló de ese lance, pero pocos saben que allí un hombre vengó la afrenta a su mujer, romancero de sangre, poniendo lo que hay que poner y “pringando”… si hay que “pringar”.
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