Quería estar elegante, tenía la cita más importante de mi vida.
Invertí mucho tiempo en elegir la ropa que llevaría, en afeitarme y peinarme, hoy iba a enfrentarme a mi histórico enemigo. Quería dejar una buena imagen en la retina de las personas que lo pudieran presenciar.
Salí de casa temprano, quería ser puntual, en la calle me esperaba Ángel, mi estrecho colaborador que junto al chófer serían mis padrinos. Me esperaban junto a un lujoso coche que nos llevaría al lugar del encuentro. El día era gris con niebla que entristecía el pausado despertar de la ciudad, atravesamos ésta sin detenernos hasta llegar al lugar donde se iba a celebrar el esperado enfrentamiento. Me estaban esperando y me acompañaron a un lugar muy oscuro, entre las sombras podía intuir la figura de mi contrincante, yo no podía verle con claridad, pero podía escuchar el ritmo acelerado de mi corazón y la respiración entrecortada de mi oponente.
Una voz interrumpió mis pensamientos:
- ¡5 y comenzamos!
- ¡5, 4, 3, 2, 1, empezamos!
Oí un chasquido y…
Una luz se encendió sobre mi cabeza.
¡En vivo! ¡Estamos en directo! Gritó la misma voz de antes – ¡el debate decisivo empieza ya!
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