miércoles, 24 de enero de 2018

207. MI COMALA, de Miguel Nombela

Eh, préstame atención un momento, sólo un momento. Esta vez prometo no aburrirte con astucias literarias groseras, mi amor. Ya entendí que las palabras, raquíticas y torpes, son ineficaces para describirnos. Permíteme, no obstante, hablarte en presente, aún sabiendo que el artificio es insuficiente y el consuelo precario. Déjame hablarte del duelo que tanto me asusta, y de esa misericordiosa capacidad sanadora del tiempo, que yo no pido, y que hace que el dolor del alma sea ponderable. Yo viviré para siempre en el obsesivo recuerdo de nuestro paraíso cotidiano, donde cada día la rutina era nueva, y una conversación casual contigo, un placer preciso y completo. Y a cada segundo evocaré ese espacio de aire pesado entre los dos, ese volumen específico que nos envolvía y nos instalaba en la certeza poderosa de tenernos. Y nos imaginaré sólo respirando, como tantas veces, cuando bajábamos el volumen al mundo hasta alcanzar un silencio que nos hacía gritar de alegría, aunque ahora mi grito se estrelle contra tu sueño, aunque ese silencio sea solamente ausencia ahora, tu ausencia que provoca y arrastra la mía, y que se reunirá contigo en cualquier momento, en cualquier lugar, llevado por cualquier recuerdo.

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