Lleva un vestido de encaje y raso. El cabello recogido en la nuca. Anillos de falso metal le salpican los dedos. Siente una congoja que le sube del pecho a la garganta. Sabe que el fin está cerca y conoce el fatal desenlace.
El sirviente entra en la estancia. Grita que el caballero ha sido tocado por el acero. Que ha fallecido suspirando su nombre.
Despierta con lágrimas en los ojos. Alguien le toma la mano. Dice que ha tenido una pesadilla.
Aquel rostro le resulta familiar. Trata de recordar y, al fin, suspira aliviada.
_ Creí que habías muerto en el duelo. Susurra.
El hombre sonríe y ella regresa a la nada. Él, evoca el pasado.
Eran jóvenes y recorrían pueblos y ciudades. Una pequeña compañía de teatro y… aquella obra de capa y espada que ¡tanto gustaba al público y que tantas veces representaron!
Es lo único que la enfermedad del olvido no ha borrado de su mente. Noche tras noche, la mujer sueña el último acto. Él, solo puede volver a ese amor ficticio que se hizo realidad. Que vivieron entre luces y bambalinas. Que perdura más allá de cualquier tiempo y lugar.
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