Hoy tampoco es diferente. Otra vez ha llegado el momento de dar la estocada final. El público me espera con impaciencia. Todos perciben mi presencia y temen.
Yo sólo tengo ganas de huir. Llevo en este oficio tanto tiempo que casi no recuerdo mi vida anterior. Puedo haberlo hecho miles de veces, pero siempre me invaden las mismas náuseas y esas ganas de dejarlo atrás. Sí, lo odio, pero sé cuál es mi misión. Alguien tiene que hacerlo.
Mi adversario sabe que ha perdido. El brillo de esperanza en su mirada se ha extinguido. Él también querría huir, aunque tampoco puede. Sabe que no hay escapatoria posible de mi. Todos tenemos un destino que debemos afrontar, ¿verdad?.
Lentamente me preparo. Por compasión, siempre intento hacerlo lo más rápido posible. Vacilante, observo sus ojos y recuerdo el momento exacto en que nos encontramos por primera vez, cuando su madre perdió el duelo. Quien camina junto a mi ya no es ningún niño asustadizo. Este hombre se va apenado por perder, pero contento por partir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.