sábado, 27 de enero de 2018

236. EQUILIBRIO, de Mª Isabel Martínez

El Señor Forzudo retó al Domador de leones; se batirían en duelo para conquistar la atención de la ágil funambulista.

Ya andaba el jefe de pista cargando la pólvora en el trabuco, cuando la muchacha lanzando una blasfemia rechazó aquel disparate, desafiándoles astuta, a una contienda diferente. Ambos deberían caminar por el alambre elevado sobre la tierra del circo, cada uno comenzaría desde un extremo, el que resistiese más obtendría su interés. Esperanzada, confiaba en que el vértigo del primero y la abulia del segundo, les persuadirían de acometer esa locura dada su inexperiencia.

Sin embargo sordos por obstinación, tozudos por arrogancia, ninguno cedió ante la perspectiva de un vuelo sin motor. Ascendieron hasta la plataforma dónde el cable iniciaba su altivo recorrido, con estilo singular comenzaron a deslizarse sobre la escasa vía. Uno utilizando su amplia corpulencia como herramienta de sujeción, desbordando el alambre como un elefante; el otro amarrado con todo elemento corporal protuberante, rectaba como una escurridiza serpiente.

En los rostros de los asistentes al combate se leía el duelo anticipado. Aburrida — harta de latosos hombretones— la acróbata abandonó la pista en compañía del payaso, que le hacía mucha más gracia.

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