Uno, espalda contra espalda, un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando doy el primer paso.
Dos, la pistola apunta al firmamento entre mis dedos sudorosos.
Tres, mi contrincante respira con jadeos. Yo intento que mis piernas se alarguen para alejarme con cada número.
Cuatro, olvidada la afrenta me pregunto qué hago aquí, en el frío amanecer, entre esta hermosa neblina que difumina el mundo.
Cinco, todavía el búho vigila en la rama, dispuesto a abalanzarse sobre el ratoncillo incauto. ¿Es hoy el día en que mis ojos se cerrarán para siempre?
Seis, es extraño pero de pronto pienso en mi madre. Recostarme en su regazo mientras me acaricia la frente y canturrea una nana.
Siete, mi montura aguarda apartada, degustando hierba fresca, ajeno a desenlaces.
Ocho, se acerca el final. Mi vientre se contrae de anticipación y temo un tropiezo que me sumiría en el ridículo.
Nueve, la muerte aguarda al final de mi recorrido. Todo esto le parece divertido, pero estoy preparado.
Diez, aguanto la respiración al darme la vuelta. Mi brazo se estira como una flecha y apunto a mi enemigo.
El búho ulula.
Suenan dos disparos.
Mi madre grita.
-¡Niños!
Hora de merendar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.