viernes, 26 de enero de 2018

223. ESPADACHIN, de Juan Carlos Pérez

Aquella noche ambarina, la bruma invadió un callejón cercano al museo del Prado. La chica lloriqueaba, aterida de miedo. Un malhechor la amenazaba navaja en mano, exigiéndole que le entregase el dinero y el móvil.
Cuando la espada impactó con el cuchillo del asaltante, un chispazo metálico iluminó el rostro, de insólitas facciones, de quién acudía en defensa de la joven. El silencio estoqueó al bandido, dejándolo paralizado frente a aquel hombre que se interpuso entre él y la muchacha, a la que apartó con el brazo, para que no resultase herida llegado el caso de hacer uso de las armas.
El ladrón sintió una cálida humedad amortajando sus muslos y humedeciéndole el pantalón. Clavó sus ojos en los del hombre que, tizona en mano, lo asaeteaba con una mirada de duelista, firme y fría como el acero. Tiró la navaja, y echó a correr.
Nada supo la chica de su bienhechor hasta pasados unos meses. Visitaba la sala dedicada a Picasso en el museo del Prado. Quedó paralizada frente a la obra “Homme à l´épée”. El espadachín del cuadro, que le resultaba familiar, le guiñó un ojo. Ella miró a su alrededor, asombrada e incrédula. Pero nadie vio nada…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.