Este duelo es legal, natural, a plena luz; sin causas de honor, venganza o enemistad. Es un duelo sin espadas ni pistolas. El motivo…
Hace un mes, mi padrino sostenía la caja de madera de fresno, los testigos del arrabal nos acompañaban y las emociones pinchaban como alfileres de latón. Oía susurros, llantos, lamentos, aves gorjeando, mas no podía retrasarlo más. Me giré, apunté con la mirada y… vi cómo eras introducido en un agujero. ¡Cómo lo recuerdo!
Mi pequeño guerrero. Solito en tu féretro de tono albo, cubierto de muñecos tiernos. Seguro que tienes miedo entre tanta oscuridad. ¿Aún me llamas? No te oigo. Cualquier día entro en tu féretro. ¿Habrá suficiente espacio? Lo sé, te acompaña el cangrejo que te convirtió en un enfermo. No te preocupes, no tengo miedo. Tú marchaste en paz, pero mi alma se consume. ¡Ya no aguanto! Me veo incapaz de superar este duelo. ¡Lo siento, hijo! El sufrimiento ha aflojado los enlutados pernos de mi pecho; la melancolía se ha convertido en un cangrejo hábil en el degüello. Te veo en un rato. Me abriré paso entre ese maldito bicho y tus muñequitos tiernos.
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