_ Señor, he venido a rogarle que deponga su intención de enfrentarse a mi esposo, en un duelo del que, a todas luces, usted saldrá airoso.
Es de dominio público su superioridad en el manejo de las armas, y como consecuencia de ello, fatídico el final que aguarda a quien tenga la osadía de ofenderle.
_ Te envía ese rufián,para que tus súplicas ablanden mi firmeza?
El valor que tuvo para humillarme en presencia de testigos, se torna en cobardía al acercarse nuestro ineludible encuentro?
No pienses que una mujer a punto de ser madre, me hará olvidar el agravio ,del que fui víctima.
Debe pagar por sus hirientes palabras y asumir las consecuencias que de ellas se deriven.
_ Es cierto que en breve espero mi primer hijo, y que no deseo verle crecer sin la presencia de un padre, como le ocurrió a mi esposo.
De ahí,que apele a su clemencia y le haga saber que las ofensivas palabras que le dedicó mi marido, son fruto de la rabia que desde niño alberga. Y si en esta contienda yo pierdo al padre de mi hijo, usted perderá al hijo que nunca reconoció.
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