domingo, 14 de enero de 2018

119. HOMBRES NUEVOS, de Pablo Gutiérrez

“A las orillas de un bravo río
se encontraron dos caballeros,
el uno nativo, el otro extranjero,
y al no poder acordar
quién lo cruzaba primero,
echaron mano a la espada
y se desafiaron a un duelo.
Acariciaron los filos,
observándose con recelo.
Pasaron así las horas,
hasta que al final comprendieron.
Odiar a quien no se conoce
es impropio de un guerrero.
Ambos amaban la guerra,
soldado era su gremio.”

En el rencor del otro se reconocieron a sí mismos.

La espada del enemigo blandida en su propia mano. Las armaduras igual de pesadas. La honra nunca olvidada.

Compartieron hoguera, relatos y hasta el mismo cielo. Debatieron sobre la ambición de sus soberanos y la avaricia de sus mercaderes. Añoraron la risa de las mujeres y la inocencia de los niños. Naciones distintas, la misma gente.

Sufrieron unidos la nostalgia de un hogar descrito al detalle por boca del adversario. ¿Tan similar podía ser la fuente de su melancolía? Para el soldado, la batalla era el paso más doloroso del camino de vuelta a casa.

Atravesaron el alba con las espadas dormidas. Se había calmado el río y ellos, sin percibirlo, lo habían cruzado juntos convertidos en hombres nuevos.

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