El aire es de alambre y la existencia densa. Estoy sentada al pie de esta cama que se torna cuna. Te has ido. Meciendo tu fuente quieta, canto pensamientos que me arrancan los ojos para ver la luz. Estoy al otro lado de la orilla. Tu muerte es mi “Odisea”.
Hoy soy sin padre y existo para el llanto que crea el útero del que volveré a nacer. El dolor me embaraza y dentro de un tiempo sin tiempo, este dolor, será el parto de mi desnudo. La habitación del hospital encoje mi identidad y asfixia el reflejo de mi imagen en un bosque de espejos. Palpé tu despedida. Quietud y silencio.
Lo único permanente es la impermanencia.
El hombre tapa tu forma. ¿Por qué nos volvimos adictos a ocultar la muerte si todos los ritos de fertilidad empiezan con ella?. Está ahí, dentro de nosotros. Es el tema de la distancia de la vida humana, de un lamento en el espacio, la tristeza de una separación que solo puede ser conquistada por Amor.
Muerte como pulsión de vida.
Hay un cenit que emite acordes tramados en el himen del cosmos. Todo es tejido en movimiento. Todo luz. Nada luz.
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