El hombre de barba blanca desenfundaba rápidamente la mano.
_ ¡Piedra, papel, tijera! ¡Piedra, papel, tijera!
Cada nuevo intento, una y otra vez se veía interrumpido por la coincidencia con su contrincante.
_ ¡Maldita sea! ¡Es imposible que siempre saquemos lo mismo! ¡Imposible! _ protestó, desesperado y agotado.
_ ¡Piedra, papel, tijera!... ¡Piedra! ¡Es que no puede ser! ¡Otra vez igual!
Aun así, continuó retándole a su imagen en el espejo.
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